viernes, 2 de julio de 2010

PETER PETARDI

1 EL VESTIBULO

Se hacía tarde, Peter aún no estaba listo para irse a la escuela, su madre gritaba desde el umbral: pero Peter aún no estaba listo, la verdad es que estaba a punto de desaparecer de ese mundo, a punto de partir.

Peter se encontraba en su habitación, pintada de un azul que evocaba el infinito cielo, su cama tenía una frazada estampada con una enorme sonrisa como decoración, el armario era de madera y tenía un enorme oso de peluche sobre él, cuando Peter estuvo a punto de salir de la habitación, escucho tras él un ruido, al mirar por encima de su hombro se dio cuenta que su oso estaba en el suelo ¿quién pudo haber hecho eso? ¿de qué manera pudo el enorme y pesado oso caerse? Peter comprendió lo que estaba pasando, ese extraño mundo dentro de su habitación estaba a punto de tragárselo, si corría tal vez llegaba a tiempo para ir con su madre que seguramente debía estar muy histérica ya. Pero no hubo tiempo.

Cuando Peter intentó correr vio como todo a su alrededor comenzaba a temblar, todo parecía ser víctima de un terrible terremoto, Peter cerró los ojos tan fuerte como pudo, sentía como todo daba vueltas a su alrededor, como todo cambiaba, entonces todo se detuvo; al abrir los ojos, ya no estaba en su habitación, estaba en lo que parecía ser un desierto, había arena rojiza como suelo, algunas enorme piedras, cactus y unos tótems de roca eran lo típico de ese lugar, pero había algo más, por todas partes habían puertas, simplemente estaban ahí, también habían algunos faroles encendidos, a Peter no le pareció tan extraño, más bien lo encontró divertido, tal vez una de esas puertas daban a algún lugar secreto donde se podía esconder de las tareas que le dejaba la terrible maestra de Historia.

Corrió hasta alcanzar una puerta, tomó el picaporte y al girarlo, escuchó un terrible gruñido, al darse la vuelta, vio un oso enorme, el más grande que él hubiera visto jamás, tenía los ojos de un verde turquesa muy profundo, unos colmillos del tamaño de un autobús, unas garras tan largas como pequeños barcos, y en su espalda, había un par de alas muy parecidas a las de un murciélago pero estas parecían desgastadas y habían algunos agujeros en ellas.

Peter intentó entrar en la puerta, pero ahora esta se había cerrado con llave y parecía alejarse lentamente, no sabía qué hacer, fue entonces cuando escuchó un grito justo tras él, ahí había una muchacha con cabello rosa, un rostro como de un pequeño duendecillo y manos muy delgadas, tenía un vestido esplendido, por lo que Peter supuso que no se trataba de un simple ser.

-¿Qué está pasando?- dijo Peter una vez hubo alcanzado a la chica.

-Eso es un Tiranursidae Quiropteramus, son muy peligrosos, pero hay una manera de detenerlos, te grite para que corrieras acá.

Peter no respondió, nunca había escuchado tal termino, comenzó a sentirse mareado, parecía que caería desmayado en cualquier momento, fue entonces cuando la chica con rostro de duende sacó una esfera, la lanzó y susurró algo, la esfera comenzó a dar vueltas en el suelo como si estuviera loca, y se dispuso a ir en dirección al Tiranursidae, al tocar a la criatura, la esfera se volvió de un rojo intensó y exploto, haciendo que el Tiranursidae cayera desmayado.

la chica corrió en dirección al enorme oso y se sacó una especie de ramita con una cereza en la punta, tocó al oso gigante y este comenzó a hacerse muy pequeño hasta que la chica pudo guardarlo en una bolsita de terciopelo que llevaba colgada en el cuello.

-Desde hace unos días, un extraño ha liberado a todos estos- dijo la chica mientras daba palmaditas a su bolsita -espero que El Cantico resuelva esto pronto... Oh lo siento, eh sido una despistada y una mal educada, mi nombre es Urtema, soy una Elfaria, familia de los Elfos, solo que ellos son más pequeños, tu no eres de por acá ¿verdad?- Peter negó con la cabeza- ¿cómo te llamas?

-Peter... Peter Petardi.

-Extraño y gracioso nombre- dijo Urtema- por cierto, ten esto- Urtema colocó en la mano de Peter un pequeño anillo con una piedra de un azul marino profundo- debes regresar a tu mundo, este es muy peligroso, pero cuando quieras visitarme, puedes ponerte ese anillo, no importa el lugar que estés, si lo deseas fuertemente, ser abrirá el umbral. Entra, rápido, en esa puerta y sal de aquí, no le digas a nadie sobre nosotros.

Peter debía estar loco para contar todo eso, seguramente su madre lo enviaría directamente al internado mental, Peter abrió una puerta, la cruzó y al otro lado se halló en su habitación, escuchando los gritos desesperados de su madre para que se diera prisa, pensando en regresar más tarde a ese mundo, pensando en quien era esa persona extraña que había liberado todos esos osos gigantes y aterradores.

Alberto Rivera.

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